martes, 23 de septiembre de 2014

EL PIE DE CENICIENTA


Bueno, hace demasiado tiempo que no estoy por aquí. Pero tuve otras prioridades.
Y aunque no me faltaron anécdotas, si me faltó el tiempo para escribirlas y contarlas.
Hace unos días que ando lo que se llama de capa caida pero nada que no se pueda resolver con cariño y constancia.
Hoy he leido en un blog un cuento que me ha hecho reflexionar para aplicarme a mi misma y me gustaría compartirlo. Lo he sacado del blog de Sara Carbonero. Alguna vez paso por allí y me ha gustado el tema que ha tratado.
¿Que porque lo voy aplicar a mi vida? Pues es sencillo. Hace un tiempo descubrir que en el dedo del pie me había salido una mancha que no se iba a raíz de un golpe que me di y del consecuente proceso de cambiar la uña.
Fuí constante en la aplicación de pomadas y líquidos, hasta que me vió el médico especialidado en ello y me dijo que no, que lo dejara que nada de lo que estaba poniendo daría resultado.
No se si me dolió más el orgullo de lo que me dolió en su día cuando me di el golpe. Siempre tuve unos pies perfectos, y aun los tengo pero hay un "pero" hemos de curar esa mancha.
Solucición un tratamiento de laser y resultados definitivos en 9 meses. Madre mía 9 meses, un embarazo.
He llorado hasta llenar una piscina, y he andando buscando respuestas por si me tuviera que enfrentar a que no funcionara.

¡¡¡¡¡Quiero mis pies perfectos!!!!!. Es la parte de mi cuerpo a la que rindo culto. Me gustan irremediablemente y es el lugar que más me duele a que pase el tiempo. No me considero fetiche de nada, simplemente hay gente que le gustan sus manos y las cuida y otros sus piernas y yo mis pies.
Adoro los zapatos, me gusta cuando mis pies se lucen con unas sandalias. No miro sólo  la sandalia, les miro a ellos. 
 Y fue cuando leí el cuento que recordé que la perfección no la tendría porque nunca fueron perfectos. Son imperfectamente perfectos para mi.
Y aunque sé que hay cosas peores de eso soy consciente, ahora en este momento es lo peor.
No sé porque el cuento me ha hecho darme cuenta de que no pasa nada.  Aunque tenemos la realidad de que sino la tratamos podría convertirse en un problema a nivel de salud, pero estoy segura que todo irá bien.
Tenemos el mejor de los aliados, la constancia. Algo que heredé de las dos mujeres más importantes de mi vida.
Ahora tengo una ventaja sobre el resto de los mortales. Tengo los zapatos más desinfectados del mundo. Un protocolo a seguir que me ha hecho darme cuenta de la cantidad de zapatos que tengo.
Os dejo con el cuento indio que he tomado prestado del blog de Sara Carbonero.
Por cierto ahora entendereis porque la serie Sexo en New York es mi preferida. 


LA VASIJA ROTA
Un cargador de agua de la India tenía dos grandes vasijas que colgaban a los extremos de un palo y que llevaba encima de los hombros.
Una de las vasijas tenía varias grietas, mientras que la otra era perfecta y conservaba todo el agua al final del largo camino a pie, desde el arroyo hasta la casa de su patrón, pero cuando llegaba, la vasija rota solo tenía la mitad del agua. Durante dos años completos esto fue así diariamente. Desde luego, la vasija perfecta estaba muy orgullosa de sus logros, pues se sabía perfecta para los fines para los que fue creada. Pero la pobre vasija agrietada estaba muy avergonzada de su propia imperfección y se sentía miserable porque sólo podía hacer la mitad de todo lo que se suponía que era su obligación.
Después de dos años, la tinaja quebrada le habló al aguador diciéndole: “Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque debido a mis grietas sólo puedes entregar la mitad de mi carga y sólo obtienes la mitad del valor que deberías recibir.”
El aguador, apesadumbrado, le dijo compasivamente: “Cuando regresemos a la casa quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino.”
Así lo hizo la tinaja. Y en efecto, vio muchísimas flores hermosas a lo largo del trayecto, pero de todos modos se sintió apenada porque al final, sólo quedaba dentro de sí la mitad del agua que debía llevar.
El aguador le dijo entonces: “¿Te diste cuenta de que las flores sólo crecen en tu lado del camino? Siempre he sabido de tus grietas y quise sacar el lado positivo de ello. Sembré semillas de flores a todo lo largo del camino por donde vas y todos los días las has regado y por dos años yo he podido recoger estas flores para decorar el altar de mi Madre. Si no fueras exactamente como eres, con todo y tus defectos, no hubiera sido posible crear esta belleza.”
Moraleja: Todos tenemos defectos, debilidades y cualidades y debemos sacar provecho de todos ellos, nunca debemos sentirnos menos o más que otros, porque todos tenemos una meta que cumplir, un trabajo que hacer. Cada uno de nosotros tiene sus propias grietas. Superarlas implica un trabajo personal profundo y comprometido.

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