domingo, 19 de diciembre de 2010

DÓNDE ACABA LA ELGANCIA


     No es que ya no me guste el café, pero hoy voy a pedirme un te. La retención de líquidos empieza a preocuparme. 
Demasiadas fiestas, comidas familiares y turrón. 
Hoy he quedado con mi amiga después de unas cortas vacaciones de Navidad y tiene mucho que contarme.
Seguro que le ha pasado algo. 
Con todas las cosas que me cuenta se podría escribir un libro. 
Ya la veo a lo lejos, y ella ya me ha localizado entre todas las mesas que están ocupadas en la cafetería.
Sortea las sillas y la gente como siempre, con glamour, estilo, arrastrando tras ella su impecable soltería. 
Me levanto cuando llega hasta mi y nos fundimos en una gran abrazo lleno de cariño. 
Mientras pedimos el desayuno y hablamos un poco de la familia y de lo que hemos estado haciendo, paso directamente al grano y le pregunto que me cuente algo divertido. 
Y claro que lo tiene, y algo pero que muy divertido y sorprendente a la vez. 
Tiempo atrás ya hace unos cuantos años conoció a un matrimonio e hicieron amistad. El un director de hotel y ella una mujer dulce e inteligente ama de casa. 
Esta navidad decidieron dar una fiesta en su casa por el día de noche vieja, e invitaron a mi amiga.
Y a ella que todo eso le vuelve loca de contenta, se apuntó rápidamente al evento. Se habían visto varias veces con anterioridad. Varios cafés y muchas más cosas en común.
A ambos les gusta viajar, leer y charlar de todo y de casi nada. 
Y de nuevo la oportunidad de ir a una fiesta, lucirse un ratito y sobre todas las cosas pasarlo bien.
Resultó que no fue la única invitada, había otras seis personas más. Pero con todas ellas se respiraba un aire de confianza y un ambiente familiar. Incluso a una de ellas la conocía de vista. 
Nos trajeron el café, mi diurético y las tostadas. Yo he de decir que he dejado de comer grasas saturadas y lo he sustituido por un poquito de mantequilla y mermelada dietética. Y hecho de menos irremediablemente los bollitos azucarados que me metía sin ningún remordimiento. Y la verdad que no es por cambiar, todo ello se debe a que hace meses que se ha instalado sin invitación una pequeña cantidad de carne de más alrededor de mi barriga.
Y yo digo como mi amiga la de la menopausia, ahora no, porque no es el momento. 
Hace una pausa y me mira sonriendo. Yo ya conozco ese gesto, y cuando lo hace es porque lo que viene es la bomba. 
Por lo visto aquella noche se presentó impecable en su casa. Sobria pero elegante. Eligió el negro para no equivocarse y lo combinó con pequeños destellos brillantes para no olvidarse de que estaba en fiestas. Se subió a sus plataformas y plantó su metro setenta y dos casi sin esfuerzo. 
Y cuando llegó no esperaba menos. En el centro del salón había una impresionante mesa, cuidadosamente decorada. Todas las servilletas tenían formas diferentes. Y los sitios en lo que sentarse estaban estrategicamente buscados para que nadie se quedara sin hablar. Era como si hubiesen cogido los currículum de todos y los hubiesen estudiado para emparejarlos. 
Yo le escucho atentamente mientras intento mentalizarme que la tostada de pan con mantequilla y mermelada que voy a comer me gustará igual o más que los antiguos bollitos de la semana pasada. 
Ahora si que pienso que la vejez conmigo lo va a tener difícil. 
Las carnes se me descolgaran porque es ley de vida, pero no porque yo les de vía libre para ello tan fácilmente. 
A la fiesta fueron llegando los invitados poco a poco. No eran gente importante pero si tenían trabajos interesantes para poder conversar. 
Y por la manera en que me cuenta, debió de ser una fiesta privada que le gusto bastante. Las mujeres vestidas de fiesta y los hombres con traje y corbata. 
La comida fue digna de un hotel de cinco estrellas. Los anfitriones no encargaron ningún catering, fueron ellos mismos quienes la elaboraron y la decoración también corrió a cuenta de ellos. La verdad que según mi amiga tenían rodaje en esto y se desenvolvían bien. 
Se combino a la perfección clase y familiaridad. 
Hoy la verdad que entre el te y las tostadas dietéticas voy a tener un día de los más saludable. Pero también será un día de los más hambrientos. 
Y volvemos otra vez al tema de la fiesta, todo perfecto y siguiendo un pequeño protocolo de buenas maneras a nivel de clase media, hasta que de repente vio algo que la rompió todos los esquemas. 
A la hora de terminar y tener que recoger, los anfitriones echaron de menos el servicio que para estos casos conviene contratar.  Y en su afán de continuar pasándolo bien pero con el apuro de dejar todo listo rápidamente para la hora de las uvas, allí que se apareció el anfitrión con el cubo de basura con bolsa limpia, para que fueran echando los desperdicios e ir terminando cuanto antes. 
Al traste que se fue lo elegante y lo glamuroso del momento, para dar paso a la confianza con la cual ellos se sentían con sus invitados. 
Así fue como terminó el último día del año, todos echando los desperdicios por turno en el cubo y apilando los platos para ir llevándolos a la cocina. Y así fue como sin quererlo uno decidió que fregaba y otro secaba, mientras otro ponía la bebida para brindar y otros sacaban las raciones de uvas para tomarlas al son de las campanadas. 
Yo ahora miro a mi amiga y me encojo de hombros, y quizá ella esperaba que hiciera otra pregunta pero la única que se me ocurre es "¿que tarea te toco hacer a ti?
Fueron fechas en las que a pesar de no estar con los suyos se sintió igual que en casa. Dónde cuando nadie nos ve hacemos cosas con la total confianza y complicidad, con el beneplácito de los que nos acompañan, que son los nuestros. 
"¿Quien no ha comido alguna vez con el delantal puesto en la mesa por olvidar quitárselo por las prisas?"
"¿Quien no ha metido los dedos en los vasos para abarcar a llevarse más de uno a la vez?"
Yo una de ellas. 
A mi amiga sus amigos le demostraron que era de la familia, y que todos sus invitados eran gente de confianza. 
Terminaron brindado por el próximo año y jugando al dominó y las cartas. Después de aquella escena todos se fueron relajando y el brillo de las lentejuelas dio lugar al brillo de las sonrisas. Porque estaban en Navidad, porque estaban en familia.
Ahora cuando se ven y comen juntos, ambos se acuerdan del famoso cubo de basura pasando de uno en uno para echar los desperdicios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario